Hay sueños que parecen tan reales que dejan una huella imborrable. Pero cuando tienes un sueño lúcido, la diferencia es que no solo lo vives… lo eliges.
Y esta vez, mi consciencia me llevó a una experiencia fascinante: un viaje submarino a una ciudad llena de luces y criaturas marinas, una aventura que parecía sacada directamente de una película de fantasía y que me llevó a un sueño lúcido submarino.
El despertar dentro del sueño
Me encontraba en una playa bañada por una luz dorada. El sonido de las olas era suave y constante, y la brisa marina acariciaba mi rostro.
Me agaché, tomé un puñado de arena y la dejé deslizar entre mis dedos.
Fue entonces cuando lo noté: tenía seis dedos en la mano.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No de miedo, sino de reconocimiento.
Estaba soñando.
La lucidez me invadió de golpe. Todo se volvió más claro: el cielo, el brillo del mar, la textura de la arena.
Sentí una alegría inmensa, esa sensación indescriptible de libertad que acompaña a cada sueño lúcido.
Miré el océano y supe que quería adentrarme en él. No huir del agua, sino abrazarla como una puerta a lo desconocido.
El descenso: sumergirme en el sueño lúcido submarino
Me lancé al mar, y el agua me recibió con una suavidad cálida, envolvente.
Al principio todo era azul y silencioso, pero en segundos comenzó el espectáculo, peces de colores imposibles nadando en círculos, corales que emitían su propia luz, y bancos de criaturas que se movían con una precisión hipnótica.
Pasé junto a medusas luminosas, como faroles flotando en cámara lenta, y más abajo descubrí mantarrayas gigantes deslizándose con una elegancia casi espiritual.
No necesitaba respirar. El mar me aceptaba como uno de los suyos.
En ese momento sentí una paz que pocas veces he sentido despierto. Era como si el océano me envolviera en un abrazo silencioso.
Cada detalle era nítido, la presión del agua, el reflejo del sol desde la superficie, el eco de mis pensamientos en medio de aquel mundo líquido.
Sabía que estaba en un sueño lúcido submarino, y que lo que iba a ocurrir, dependía solo de mi intención.
La sombra gigantesca: el Nautilus aparece
Y se me ocurrió algo. Algo que siempre había deseado desde niño. De repente, una sombra inmensa se movió sobre mí, cubriendo por completo la luz del sol.
Al mirar hacia arriba, el corazón me dio un vuelco.
Allí estaba, majestuoso y metálico, con un diseño inconfundible: el Nautilus, el legendario submarino del Capitán Nemo.
Su casco brillaba con reflejos de bronce y azul oscuro, y en el frente, una gran ventana circular me observaba, como el ojo de una criatura viva.
Tras el cristal, una silueta me miraba con serenidad. Era él.
El Capitán Nemo.
Su figura era exactamente como la recordaba de niño en la película “20.000 leguas de viaje submarino”, aquella obra maestra con Kirk Douglas y James Mason que me hizo soñar con aventuras en las profundidades del mar.
Nemo levantó la mano, invitándome a acercarme.
Y como ocurre en los sueños lúcidos, bastó pensarlo para aparecer dentro del submarino.
Dentro del Nautilus: el encuentro con el Capitán Nemo
El interior del Nautilus era una joya del pasado: paneles de cobre, tuberías que respiraban vapor, relojes, brújulas, libros antiguos, y una atmósfera cálida que olía a madera y sal.
El Capitán Nemo me observaba desde su escritorio, iluminado por una lámpara ámbar.
Bienvenido al fondo del mundo – me dijo con una voz profunda, serena-. Has descendido más allá de lo que muchos se atreven a imaginar.
Le conté que de niño soñaba con vivir aventuras como las suyas, explorando lugares ocultos bajo el mar.
Él sonrió apenas.
Entonces el océano te ha llamado – respondió-. No todos escuchan su voz.
Su mirada tenía una mezcla de sabiduría y melancolía, como si supiera que mi visita era temporal, un destello en su eternidad submarina.
La ciudad submarina: luces, criaturas y belleza pura
El Nautilus avanzó entre columnas de coral y bosques de algas gigantes hasta que, poco a poco, una claridad dorada comenzó a surgir en la distancia.
Frente a nosotros se abría una ciudad submarina, luminosa, majestuosa, como una joya perdida en las profundidades.
Las calles eran de arena que brillaba por sí misma, y las torres parecían construidas con cristal y conchas.
Entre ellas nadaban peces plateados, y criaturas marinas gigantes, casi míticas, se movían en silencio.
Alrededor, se veían figuras humanas translúcidas, paseando tranquilamente entre los corales, como habitantes de ese mundo onírico.
No había miedo, ni urgencia, ni tiempo.
Solo una sensación de asombro absoluto, como si estuviera contemplando el origen del planeta.
Nemo me miró con calma.
Esta es la ciudad de los recuerdos del mar – me dijo-. Todo lo que alguna vez fue soñado por los océanos, vive aquí.
Un banquete bajo el mar
El Capitán me condujo a una cúpula transparente desde donde se veía toda la ciudad.
Una mesa flotaba en medio, rodeada de burbujas luminosas.
Sobre ella había frutas y platos imposibles de describir.
Probé una fruta azul con sabor a melocotón, menta y de la que emanaba algo parecido a la luz.
Cada bocado era una experiencia sensorial completa, sabor, aroma y sonido, todo al mismo tiempo.
Era como comer música líquida.
Comenté en voz alta que nunca había experimentado algo así en mis sueños lúcidos.
Nemo me respondió:
El mar tiene sus propios sabores. Solo los que sueñan despiertos pueden probarlos.
Me reí, consciente de la profundidad de su frase.
La llamada del abismo
De pronto, una vibración recorrió el Nautilus.
Las luces parpadearon y Nemo se acercó a un panel lleno de agujas y brújulas.
Proviene de más abajo – murmuró-. El océano nos llama.
El submarino empezó a descender lentamente hacia la oscuridad.
Las criaturas se hicieron más grandes, más antiguas, algunas con ojos que brillaban como estrellas.
Una de ellas, una especie de ballena luminosa, pasó frente al cristal, dejándonos envueltos en un resplandor azul.
Y entonces la vi:
una puerta de luz en el fondo, respirando como un corazón gigante.
Ahí termina el océano y empieza la imaginación – dijo Nemo sin apartar la vista –
Solo cruza si estás preparado para despertar diferente.
Sentí un impulso enorme de atravesarla.
Pero justo antes de hacerlo, todo comenzó a desvanecerse.
El despertar
Una vibración suave, como una ola, recorrió mi cuerpo.
La puerta, el submarino, la ciudad… todo se disolvía en luz.
Abrí los ojos en mi cama.
Aún podía sentir el olor salado del mar y el eco del Nautilus alejándose en la distancia.
Durante unos segundos, tuve la sensación de que si cerraba los ojos otra vez, podría volver allí.
Pero no lo hice.
Sabía que aquel sueño lúcido submarino se quedaría grabado en mí para siempre.
Lo que aprendí de este sueño lúcido submarino
A veces los sueños lúcidos no son solo una forma de entretenimiento o curiosidad, son puertas al asombro y a la memoria profunda del alma.
Este viaje me recordó algo esencial: que nuestra mente tiene un poder ilimitado para crear belleza, y que cuando aprendemos a navegar en ella con consciencia, todo se vuelve posible.
Explorar aquella ciudad submarina fue como mirar dentro de mí mismo.
El mar, el Nautilus, el Capitán Nemo… eran, en el fondo, reflejos de mi deseo más profundo: comprender lo desconocido.
Aprende a vivir tus propias aventuras bajo el mar
Si leer esta historia te ha hecho imaginar lo que sería explorar tus propios sueños lúcidos, debes saber que es totalmente posible.
En mi curso de sueños lúcidos online, te enseño paso a paso cómo alcanzar este nivel de consciencia y control, cómo mantener la lucidez durante más tiempo y cómo diseñar tus propios escenarios oníricos, desde el fondo del océano hasta las estrellas.
Cada noche puede ser una aventura extraordinaria.
Solo necesitas aprender a abrir la puerta.





